Al dar vuelta atrás a las páginas del álbum de su vida, el fotógrafo Rainer Ehlert nacido en 1953, en Mortsel, Bélgica y actualmente radicado en la ciudad de México recuerda cuando su padre le regaló su primera cámara, una Agfa Isoly, para rollos formato 120, de los que obtenía negativos de cuatro por cuatro centímetros.
Desde entonces hasta que por necesidades de su trabajo viajó por varios continentes del mundo, consideraba que la actividad desarrollada a través de una lente se definía como un pasatiempo. Curioso caso, tanto como de algunos otros fotógrafos desperdigados aquí, ahí y allá: en un inicio, pasar el tiempo gracias a un artefacto cuya misión es capturar instantes; capturando instantes matamos el tiempo.
Pero la historia no se iba a quedar en ese punto. 
Al tiempo le pasó lo que tenía que pasarle al fin y a cabo, ¿pasatiempo?, transcurrir y convertir el entretenimiento en ¿carrera?, término que remite a una nueva aparente contradicción: la carrera de detener instantes. Pero con una orientación bien definida, que llevó a este fotógrafo aparte de otros temas de la expresión humana, bellamente logrados a devenir paparazzi de la Naturaleza, cazador de imágenes ya no de la nobleza europea, ya sí de su majestad, el alacrán del desierto, sorprendido cavilando bajo su piedra; de la 
duquesa garza, levantando al vuelo sus blancos velos, del jet set de los insectos, en una reunión de pulgones sobre una verde rama...
Después de varias exposiciones en las ciudades de Puebla, Cholula, la ciudad de México y San Luis Potosí, además de participaciones en espacios de Internet, Rainer Ehlert continúa disparando por doquier sus ahora inseparables CANON, robándole tiempo a otras ocupaciones no para matarlo o pegarle el término ¿pasa?, sino para proyectar al 
mundo, desde México, imágenes de un universo a menudo desapercibido o ignorado principalmente por el egocentrismo urbano.
Desde una azotea, en un jardín, de banqueta a camellón, tras una cerca, desde su camioneta o a la orilla de la carretera, prácticamente en cualquier punto lo podemos encontrar, repite y repite ese peculiar click que une pasado y 
presente. Otra gran diferencia con los originales paparazzi, es que las fotografías de Rainer Ehlert no se inscriben, plasman o incorporan a árboles genealógicos de unas posibles familias o realezas futuras: forman parte del tronco común de los seres que compartimos la existencia, y en ocasiones resultan por aquello de la depredación del planeta un amargo y a la vez dulce recuerdo en vida de lo que hoy está y mañana quién sabe...